Sumisión


En un mundo que idealiza la competencia, el triunfo y el poder, la sola idea de la mutua sumisión continúa siendo anticultural. Al mismo tiempo, necesitamos ser sensibles cuando hablamos de "celebrar la sumisión" en un mundo en el cual muchos son coaccionados a una sumisión deshumanizadora. Aun si el tema es abordado en el contexto del discipulado de Jesús de Nazaret y el amor al prójimo, es importante tratarlo cuidadosamente. Lamentablemente la iglesia le ha venido dando una especie de bendición a la colonización imperial. En vez de ser una administradora de las Buenas Nuevas, la iglesia, por momentos, ha tratado de legitimar la conquista, el pillaje y la sumisión forzada de otros seres humanos en nombre de una supuesta "evangelización". Nosotros profesamos la sumisión y el servicio a un Dios que es bueno y que es un Salvador lleno de amor. De hecho, no solamente recibimos de Dios la gracia y la fe para creer en él, sino también para experimentar la sumisión a otros a través de relaciones de amor y estas en comunidad.
Aún así, la sumisión no es una ecuación matemática. Sumar el conocimiento de la bondad de Dios a su amor no produce automáticamente como resultado la sumisión. Este conocimiento tampoco purga a la sumisión de todo el bagaje cultural y de la historia personal que la acompaña. Para todos redefinir la concepción de sumisión será un proceso que durará toda la vida, especialmente para aquellos que crecieron en un hogar en el que sufrieron el autoritarismo y el abuso, o quizás para aquellos que han vivido circunstancias de sumisión bajo la opresión, la pobreza, y una muerte lenta y dolorosa. Parte del proceso de sumisión conforme al Dios de amor consistirá en permitir que este Dios transforme nuestra mente y nuestra voluntad permitiendo que el Espíritu nos guíe a una mayor intimidad con Jesús (Rom 12:1-2; Fil 2:5-11).
A lo largo del día, ¿En qué situaciones soy sumiso a Jesús y a los otros? ¿Qué ejemplos nos da Jesús sobre la sumisión? ¿Por qué debo ser sumiso? Personalmente, creo que la vida no se presenta en "blanco y negro" como muchas veces pensamos, la vida está llena de áreas grises. Consecuentemente, nuestra sumisión podría estar llena de motivaciones nobles y no tan nobles. Pero también, necesitamos entender que no precisamos ser tan "santos" como para rechazar someternos a Dios y a los otros porque nuestras intenciones o motivaciones no son lo puras que quisiéramos o imaginamos que serían. Cuando era un niño recuerdo que hubieron tiempos en que me sometí a mis padres, no porque quisiera hacerlo, sino porque ellos eran mis padres y porque tenían la autoridad.
Yo sabía que si no lo hacía iban a haber algunas consecuencias. Esto no está necesariamente mal, porque quizás habían cosas que yo quería hacer que no eran sabias o quizás ni siquiera seguras para mí. En el proceso de criar a nuestras hijas, mi esposa y yo desarrollamos una mutua sumisión uno por el otro, sobre todo, en el proceso de decidir qué es lo mejor y más apropiado para nuestras hijas. En términos religiosos, el fiel discipulado y la sumisión a Dios están reflejados en la convicción que, por momentos, nos sometemos a él porque sabemos que esto está bien y que es bueno hacerlo. No lo hacemos siempre porque "queremos" hacerlo. La comunidad de la que formo parte, Word Made Flesh, busca que celebrar la sumisión como el cumplimiento de los grandes mandamientos: El amor por Dios y el amor por nuestros prójimos nacido de la decisión de vivir humildemente ante Dios y la humanidad.
También creo que hay momentos y lugares en los cuales no debemos someternos si es que profesamos seguir y servir al Dios de la Vida. Esto es verdad aun para las relaciones con aquellos que profesan creer en Dios. Jesús demostró esto en su relación con las autoridades religiosas de su tiempo. Él puso la misericordia y el amor sobre los ideales y prácticas religiosas (ver la reacción de los fariseos en Luc 11:37-52). Aun en sus relaciones personales más íntimas, Jesús tuvo que decidir no someterse a las decididas peticiones de Pedro para que detuviera su viaje hacia Jerusalén. Una mujer que es físicamente abusada por su marido (o viceversa) no debe someterse a tal situación, ni tampoco a las pseudopiadosas intenciones de aquellos que le aconsejan que permanezca en tal situación de abuso doméstico con el propósito de "ganar a su esposo para el Señor". Se necesita un profundo sentido de libertad y solidaridad en temas y situaciones como éstas. Hay asuntos en la vida que están llenas de áreas grises donde la sumisión necesita ser analizada críticamente desde varios ángulos y disciplinas con humildad y honestidad.
El proceso de liberación y concientización del pueblo latinoamericano, por ejemplo, no se realizará con la sumisión deshumanizadora del oprimido en materia socioeconómica, política y económica. Por el contrario, sus conflictos de vida y su dignidad deberán ayudar a la toma de conciencia de lo que sucede, y necesitaremos ser educados especialmente en las causas de la pobreza y la opresión. De hacer esto, la gente podrá ser artífice de su propia libertad y de su historia.
La sumisión de nuestro Señor Jesús nos da un ejemplo a seguir. Como seguidores de Jesús de Nazaret somos llamados a seguir su ejemplo y a ver la vida de la misma manera como él la ve (1 Ped 2:21). En los relatos de los Evangelios podemos aprender cómo Jesús, a lo largo de su vida, dio ejemplos de sumisión: "Entonces Jesús descendió con ellos a Nazaret y se sometió a ellos... y Jesús crecía, y crecía en sabiduría y en el favor del pueblo" (Luc 2:51-52). Leemos aquí que Jesús, siendo un jovencito, obedeció a sus padres y que se sujetó a ellos. Indudablemente, Jesús creció en sabiduría conforme fue madurando y estoy inclinado a creer que Jesús continuó aprendiendo la obediencia y la sumisión a través de su vida en las experiencias cotidianas. Creo también que, de la misma manera que Jesús de Nazaret viajó a través de la vida, fue aumentando su conciencia de su relación especial con Dios. También parece que él entendió plenamente que su Padre lo estaba llamando a través de relaciones y experiencias.
En Jesús de Nazaret se hace plena la sumisión ofrecida como expresión de amor divino y redentor de las relaciones humanas. Esta fue el contraste más marcado con la sumisión forzosa que el invasor Imperio Romano imponía económica, cultural y políticamente en los días de Jesús, pero también contrastó con los modelos de sumisión que los diversos grupos del judaísmo de aquel entonces impusieron a las masas. Por ejemplo, cuando Jesús se confrontó a los fariseos sobre el tema de las regulaciones en el shabbat (sábado), él dio una lección de sumisión poniéndolo dentro del marco de la restauración de la libertad y la dignidad de los seres humanos. Aquella persona enferma fue vista como sujeto en vez de un objeto: "El shabbat fue hecho para el ser humano, no el ser humano para el shabbat". La sumisión hecha realidad en nuestras relaciones debe fortalecerse e instruirse por la libertad y la fuerza inherente del otro.
Marcos 7 relata un encuentro de Jesús con una mujer sirofenicia que buscaba misericordia para su hija. Este encuentro, de hecho, nos ilumina poderosamente en lo que es la sumisión. La respuesta de Jesús al pedido de la mujer, extranjera y pagana, refleja la formación cultural de Jesús. Su respuesta fue ruda, uno podría decir inclusive que humillante, con tonos etnocéntricos y nacionalistas: "Primero deja que los hijos coman todo lo que ellos quieren, porque no es correcto tomar el pan de los hijos y dárselo a los perros" (v. 27). Uno puedo buscar que evadir la dureza de esta respuesta tanto como uno puede, sin embargo, al final de la historia Jesús sigue comparando a la mujer y su trasfondo étnico con los animales. Al analizar la conversación observamos que Jesús juzgó mal a la mujer. Es importante no confundir un "error" con el "pecado". Jesús fue 100% Dios, pero también 100% humano. A través de la guía del Espíritu Santo este fue un encuentro del cual Jesús aprendió mucho, y su humildad se desarrolla cuando él se sometió a la demanda de la mujer debido a la fe que ella muestra.
En una ocasión diferente Jesús permitió a una mujer "pecadora" derramar un caro perfume de aceite sobre él. Este gesto de Jesús habla profundamente de su comprensión de la sumisión y sus cualidades redentoras. Él se somete al deseo de esta mujer de bendecirlo con un producto de años de trabajo que derramó sobre su cabeza como un símbolo de amor y fe. Jesús priorizó a la persona y su deseo y necesidad de hacer esto, aun a pesar de las expectativas que tenían los dueños del lugar respecto a la conducta adecuada que una persona como Jesús debía tener. Jesús entendió que esta mujer sería bendecida con la vida plena y la proclamación de las buenas nuevas si él le permitía hacer este bello y simbólico acto de adoración: "De cierto te digo, dondequiera que el evangelio se anuncie hasta el fin de los tiempos, lo que ella ha hecho también se dirá, en memoria de ella". De forma semejante, sería bueno para nosotros pensar en cómo es nuestra sumisión, en vez de una falsa humildad, puede servir como una vía de bendición para los demás al expresar su amor por nosotros y por Dios. También vemos este proceso de aprendizaje de evidente sumisión en los momentos agónicos de Jesús en el huerto del Getsemaní. Él sabía qué iba a sucederle pronto y quiso evitarlo: "Abba, Padre, todo te es posible, toma esta copa por mí". Pero se sometió a la voluntad de Dios: "Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Marcos 14:36). Es más, a aquellos que son sus amigos y que les aman Jesús también les prometió someterse a lo que le pidan en oración al Padre, si moramos en él y sus palabras en nosotros (Jn 15:7).
¿No están nuestras vidas llenas del mismo camino de crecimiento y aprendizaje? ¿De cometer errores y de ir aprendiendo de ellos? ¿De aprender a someternos dentro de relaciones en comunidad? ¿De vivir a través de los momentos en los que no queremos someternos en la relación con Dios... pero al final lo hacemos porque confiamos en Dios en lo más profundo? No solamente es valioso continuar aprendiendo como someternos y celebrarlo, deberíamos también entender las razones tras las cuales nos sometemos. Finalmente, necesitamos entender qué es esta dialéctica de sumisión. El profeta Miqueas nos da un buen punto de partida: "Hacer justicia, amar la misericordia y caminar humildemente en ella" (6:8).




Walter Forcatto